martes, 10 de junio de 2008

CAPÍTULO 1- EL DESCUBRIMIENTO DEL YO BOHEMIO POR UN DESCOJONAMIENTO ATROZ


Para hacer cine, no es estrictamente necesario ser un artista aunque si creértelo. Yo descubrí mi temperamento artístico bastante pronto. Corría el año 87 y estudiaba en el colegio de los Hermanos de La Salle de Santiago de Compostela. Era un deportista excelente y un alumno mediocre, cuando a esa edad, trece o catorce años, padecí una larga y extraña enfermedad, una orquioepididimitis, que me tuvo postrado en cama casi cinco meses de curso, y gracias a la cuál descubrí por casualidad las dos cosas que más han marcado el devenir de mi juvenil existencia: El cine clásico y los poetas malditos.

El cine clásico se podría decir que fue una inevitable consecuencia; como no podía ir a clase y no tenía que madrugar, al llegar la noche me ponía a ver la tele hasta altas horas de la madrugada, y por aquel entonces no existía aún la telebasura, así que me enganchaba a los ciclos de cine en v.o.s. que emitían en la 2. De esta manera, se puede decir que mi amor por el cine nació por cojones, más exactamente por una orquioepididimitis...una extraña inflamación de origen tuberculoso en un testículo.

Pero más curiosa aún fue la irrupción de la poesía en mi mundo: Por sobredosis de NBA. Tras tres meses de cama, estaba hasta la polla, o más bien hasta el cojón sano de leer y releer las revistas de la NBA que no dejaban de regalarme las visitas (por eso de que era deportista). Así que no recuerdo muy bien la razón, pero le pedí a mi madre que me acercase un volumen de la enciclopedia "Larousse". Lo que sí recuerdo, es que ojeando ese volumen descubrí impreso en un lateral, un dibujo garabateado que cambió mi vida, era un dibujo del joven Rimbaud con paletó, sombrero y pipa, hecho por Paul Verlaine en 1871. Hasta esa tarde yo no sabía quien era Rimabud, ni Verlaine, ni los poetas malditos, pero ese dibujo me fascinó tanto que en esa misma tarde mi vida pasó de Larry Bird y Magic Johnson a Rimbaud, Verlaine y Mallarmé; de la NBA a Los Poetas Malditos. Le pedí a mi madre que me comprase "Las iluminaciones" y "Una estancia en el infierno" de Rimbaud y "Las flores del mal" de Baudelaire, y ya nunca fui el que podría haber sido. Perdí un cojón pero gané una vida.

Me aficioné a la literatura, y al volver al colegio dejé el atletismo casi al mismo tiempo que el pelo largo, y empecé a escribir poesía y a creerme rebelde y bohemio, sin serlo realmente. Más adelante publicamos un fanzine en el colegio que se llamaba "Os biosbardos" y tiempo después acabé escribiendo cuentos y hasta una novela que jamás se publicó "Guachis turuguachis". Se me daba bien escribir, pero me gustaba más el cine, aunque nunca me planteé dedicarme seriamente a ello porque por aquel entonces no estaba de moda como ahora, y en Galicia no existía ninguna facultad de Comunicación Audiovisual, ni escuelas de cine, ni nada parecido, así que acabé matriculándome primero en filología y después de un completo bacarrá, cometí uno de los grandes errores de mi vida, matricularme en derecho.

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